25/3/14

Dorada etapa

Hoy miré mis manos...
Hoy vi a un hombre mayor... No pude esclarecer su edad, no quise hacerlo...
Volví a mirar mis manos, engalanadas manos.
Vi que ese hombre dormía, o no quería ver nada, no quería verme a mí.
Nariz ancha, piel algo morena y barba grisácea, como el pelo de la cabeza que asomaba tras la gorra.
Posé mis manos en mis piernas, descansando éstas...
Como aquel hombre, que descansaba en el banco de la estación tumbado...
Miré mi mano izquierda y vi un reloj de aguja, de aguja y de oro. Y en el medio vi mi anillo de oro, una alianza de matrimonio, un matrimonio que algún día fue y otro día dejó de serlo, ese anillo tiene justo un año más que yo... Entonces alcé la vista y miré al hombre mayor...
Volví en mí y miré mi mano derecha. Una pulsera hecha a mano y un anillo de oro con dos iniciales, AJ.
El hombre movió su brazo, sin despertar, y su mano izquierda, mostró la alianza entre éstas y sus guantes rotos por los dedos. Unos más tapados que otros, quizás cosidos de mala manera con aguja e hilo pero siempre fieles, siempre puestos. Su otra mano se extendió con la palma abierta y me acerqué...
Tomé su mano derecha por la muñeca y no sentí pulso, intenté despertarle sin suerte, saqué mi móvil y llamé a un teléfono de urgencias, pero abrió los ojos y cogiendo mi teléfono lo colgó.
Su pulso volvió a descender lentamente y llegó su hora, él supo su hora...
Cerré sus ojos con mis manos y me subí al tren rumbo a otra ciudad, rumbo a otra etapa, quizás una dorada etapa...

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